Localización: Entrena, La Rioja (España).
Arquitecto: Javier Arizcuren.
Interiorismo: David Delfín.
Fotografías: Carlos Glera.
Web: http://www.fincadelosarandinos.com
El Hotel Finca de los Arandinos, situado en Entrena (La Rioja), es un centro turístico, enológico y gastronómico, que se asienta en lo alto de una finca que invita a disfrutar de unas vistas panorámicas con la más típica estampa riojana de viñedos y montañas.
El proyecto arquitectónico ha sido desarrollado por el arquitecto riojano Javier Arizcuren, y el interiorismo de diez de las catorce habitaciones, del restaurante y de la recepción se debe al diseñador de moda David Delfín, quien ha trabajado en colaboración con el Estudio AKA.
Para el arquitecto Javier Arizcuren, el lugar, entendido como el conjunto de una serie de realidades físicas, topográficas, climatológicas, pero también de otro tipo, como históricas, económicas, familiares, etc., fue el punto de partida y destino del proyecto arquitectónico.
Un cantarral, con junto de piedras depositadas por los agricultores que cultivaron las tierras sobre las que descansa la bodega en el límite de las mismas, marca y guía el desarrollo en planta del proyecto.
Esa línea quebrada de piedras, parecía tener vocación de convertirse en muro, y así, el proyecto adopta su geometría a dicha línea reutilizando las piedras para construir un muro que se convierte de esta forma en preexistencia sobre la que descansa una arquitectura blanca y tersa.
El resultado, una línea cóncava hacia el paisaje lejano, para amplificar las vistas desde el edificio hacia dicho paisaje, y convexa hacia el interior de la parcela, hacia los viñedos, con la intención de abrazarlos e “introducirlos” en el edificio mediante grandes paños de vidrio, en una suerte de fusión de la viticultura y la enología con un único fin, hacer vino.
El programa se resume en una pequeña bodega de elaboración y crianza de vinos de alta gama, un hotel de 4 estrellas con 14 habitaciones, dos de ellas suites.
Con estas premisas, se opta por resolver el programa buscando maclar los dos usos a priori diferenciados, con la intención de que el visitante del hotel tenga la sensación de alojarse en una bodega y que la bodega cuente con una materialización más propia de un hotel que de una actividad industrial.
Esto se consigue agrupando ambos usos en un mismo edificio organizado en tres niveles en el que los espacios se suceden sin solución de continuidad, favoreciendo las visuales cruzadas entre hotel y bodega y entre ambos y el paisaje de viñedos que rodea el edificio.
El nivel intermedio es el que articula longitudinalmente el conjunto. En el mismo, se encuentra la recepción del hotel que es “atravesada” verticalmente por un espacio en triple altura en cuya base se encuentra el comedor.
A su vez, este espacio, se abre al paisaje de viñedos y al monte Moncalvillo y cuenta con conexiones funcionales y visuales con la bodega y las diferentes estancias del hotel, manifestando que la arquitectura de este proyecto busca fusionar actividades, paisajes y placeres en torno al vino.
Este mismo nivel se completa con diez de las habitaciones, la citada recepción, la nave de barricas, la nave de depósitos y el resto de estancias de la actividad bodeguera.
El nivel inferior lo ocupa el ya mencionado comedor, cocina, spa y espacios de instalaciones, mientras que el superior es para cuatro habitaciones, sala de catas (con conexión al nivel superior de la nave de depósitos) y oficinas.
El conocido diseñador de moda David Delfín ha intervenido diseñando los interiores de varios espacios comunes y la mayor parte de las habitaciones.
Éste es su primer trabajo importante en el campo de la decoración, ya que anteriormente sólo había desarrollado direcciones de arte o proyectos de carácter personal. Contrastando con la pureza del contenedor arquitectónico, David Delfín ha sabido crear unos personales espacios donde la sorpresa es continua y en los que destaca la acertada combinación de muebles de diferentes épocas, con los que se consigue una atmósfera ecléctica y confortable.